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jueves, 23 de junio de 2016

Mediar en conflictos por el uso del ESPACIO PÚBLICO


Desde los inicios del Servicio de mediación que coordino, nos planteábamos que algún día deberíamos poder intervenir en conflictos por el uso del espacio público. Ya entonces intuíamos que este tipo de conflictos podían suponer una oportunidad para el Servicio en la línea de demostrar su utilidad. En aquel momento lo veíamos complicado, inviable, se nos planteaban múltiples dificultades. Una de ella los encargos, claramente alejados de las funciones de un mediador. Era un riesgo aceptar ciertas cosas porque podríamos haber desvirtuado la naturaleza del servicio desde sus inicios.

Algunos de los conflictos que más preocupan en nuestras ciudades tienen que ver con el uso del espacio público. En general carecen de espacios públicos suficientes para la alta densidad de habitantes que acogen. Como cultura latina y ribereña tendemos a hacer un uso intensivo del espacio público, nos gusta salir a pasear, tomar algo con los amigos, los niños juegan en las calles. Nuestro clima mediterráneo contribuye a que nos apetezca salir y compartir en espacios públicos. Ese uso intensivo, a veces genera sensación de incompatibilidad. A veces he oído que algunas de nuestras plazas tienen "exceso de aforo". Los chicos quieren jugar a pelota (el deporte nacional, los héroes de nuestra sociedad,...), los abuelos descansar plácidamente sentados al sol, hay quien quiere tomar un helado tranquilamente en una terracita, los perros pasean y hacen sus necesidades, personas de diferentes culturas utilizan los espacios comunes para encontrarse con sus iguales,... Y se genera el malestar, la falta de reconocimiento, se explicitan intereses contrapuestos, las posiciones se hacen cada vez más confrontativas...   Se trata de conflictos cíclicos, ya que cuando llega el buen tiempo el uso se intensifica y por lo tanto los episodios de malestar y las quejas. El ocio se privatiza cada vez más. Mientras algunas clases sociales se recluyen en casa o no salen de los centro comerciales, los más desfavorecidos ven como desaparecen los lugares para la práctica deportiva libre. Las terrazas de los bares, llenos de cada vez más turistas, ocupan el espacio transformando lo público en privado.

Otra complejidad tiene que ver con el hecho de tratarse de conflictos multiparte. En ellos participan u opinan, muchas pesonas, cientos, incluso miles... Hablamos de vecinos que viven directamente en el entorno de esos espacios públicos (a veces que solo los "sufren", otras veces también los usan), de los usuarios (cambiantes en función de las horas y los días), de los comerciantes que tienen sus negocios en esos espacios, sobretodo los bares que pueden tener ubicadas sillas para sus clientes en esos espacios o de los clientes que salen a fumar,.... También hablamos de las asociaciones de vecinos, ya que los espacios públicos no pertenecen estrictamente a los vecinos del entorno. Son recursos que pertenecen a toda la comunidad. Éstas pueden y deben velar por ese uso compartido y comunitario. Corresponderá definir, de forma cuidadosa y pormenorizada, quienes son las partes de cada uno de estos conflictos (vecinos, usuarios, comerciantes, entidades, servicios,...). Y, como no, los gobiernos locales, que siempre son parte, y no una parte menor en este tipo de conflictos. Las decisiones que toman los ayuntamientos para prevenir y/o resolver conflictos por el uso de los espacios públicos nunca son neutrales (prohibiciones, sanciones, mejoras urbanísticas, acciones cívicas o culturales,...) Hay interlocutores que hacen prevalecer su visión sobre el conflicto en este tipo de decisiones. ¿Pueden las decisiones políticas ser neutrales e imparciales en este tipo de situaciones? ¿Deben serlo?

A diferencia de los conflictos más habituales que atendemos en el servicio, como por ejemplo los vecinales, en los cuales las partes son fácilmente identificables y localizables; las partes en los conflictos por el uso del espacio público no son tan fáciles de implicar en un proceso de este tipo. Para empezar hay que trabajar con aquellos ciudadanos que se han quejado (llamando a la Policía, presentando firmas de protesta o colgando pancartas de queja en los balcones,...). Son las personas que generan el clima de opinión y normalmente quienes condicionan las agendas de las decisiones técnico-políticas que se toman al respecto. Con ellos, más que con otros, es necesario trabajar para transformar la legítima queja en responsabilización e implicación. Por lo tanto, nos tenemos que dirigir a estos ciudadanos, así como al resto de los que no se han quejado explícitamente pero pueden estar molestos. Para acceder a ellos se convocan reuniones en las comunidades de vecinos. Ahí se producen entrevistas grupales en las cuales tratamos de ver cuál es la visión de los participantes respecto al conflicto, qué han hecho para intentar estar mejor y les planteamos qué otras cosas se podrían hacer y en qué pueden contribuir ellos. Por otro lado tratamos de hacer presentes a las otras partes haciendo aflorar sus necesidades y tejiendo puntos en común. Como se puede apreciar, un trabajo idéntico al que haríamos en una entrevista de mediación al uso, de las de "manual y despacho". 

Un poco más complicado es el trabajo con los usuarios. Ahí no queda más remedio que hacer "trabajo de campo". Se trata de pasar horas en el espacio público entablando conversaciones con unos y con otros. Mediante esas conversaciones conseguimos interlocutores representativos de las diferentes posiciones e intereses respecto al uso del espacio público (jóvenes, personas mayores, inmigrantes de diferentes orígenes, padres que acompañan a sus hijos para que jueguen,...). Nuevamente entrevistas individuales y grupales, relatos de posiciones e intereses, exploración de necesidades, propuestas y responsabilización. El trabajo del mediador, pero en un ambiente informal y en el espacio en el que se produce el conflicto. Y de igual manera trabajaremos con los comerciantes, con las entidades del entorno, con las asociaciones y servicios...

Y después de un tiempo de trabajo, normalmente unos meses, en los que se ha ido tejiendo una red de complicidades y de interlocutores que se sienten vinculados al conflicto, se puede convocar la "sesión conjunta". Por fin reunimos a las diferentes partes, con una metodología dinámica y bien conducida, en un espacio ajeno al lugar donde tiene lugar el conflicto (salones de actos de institutos o escuelas, equipamientos municipales,...). En un primer momento se devuelve a los participantes su propia visión sobre la situación: por qué les gusta ese espacio público (reformulación en positivo para empezar la reunión), qué problemas señalan, qué se podría hacer, qué pueden hacer ellos,... Poco después llega el momento de la controversia. Se organiza a los participantes en grupos diversos y se les pone a trabajar con una metodología participativa tratando de que sea la propia metodología la que haga de soporte a la mediación. Y ahí vemos como discrepan, como construyen, se conocen y  reconocen, se responsabilizan,... Y acabamos la sesión compartiendo resultados y valorando como llevar a cabo las propuestas. Es el momento de la celebración, cuando sentimos que estamos avanzando para superar el conflicto, y por lo tanto apetece celebrar. Es importante cuidar tanto lo informal como lo formal, quien se sentará con quien, quién marcara los tiempos, cuál es el rol de cada profesional, qué otros servicios intervienen,...

Sería muy extenso reflejar aquí los pormenores de este trabajo. Lo importante para mi y para mi equipo es que es y ha sido posible. Se puede mediar en conflictos por el uso del espacio público. Solo se requiere tener suficientes recursos para poderlos invertir en un proceso largo y complejo. También es necesaria la legitimidad para hacerlo, que el encargo recibido por la institución sea claro y explícito. Y sobretodo, que los responsables políticos estén dispuestos a recibir las propuestas que surjan del proceso y a darles curso. Este es un requisito que debe ser trabajado desde el inicio del encargo. Solo si el esfuerzo de los implicados es visibilizado como útil se pueden sentar una ciertas garantías para que el conflicto del espacio público pierda intensidad. 

Si se dan las condiciones, si se puede dedicar el tiempo necesario, si se da continuidad a los procesos y los grupos resultantes se empoderan y ganan en representatividad, vemos como se reducen las quejas y baja la tensión. Muchos requisitos, que no siempre se dan. Además , esto no implica "solucionar el conflicto". El espacio público es conflicto por definición y no es una finalidad del servicio ni de estos procesos, su desaparición. Sin embargo, los que se vivían como adversarios se convierten en aliados, los políticos disponen de grupos representativos y legitimados con los que tomar decisiones más equilibradas, las personas se conocen, la tensión baja, la convivencia se hace posible. Los mediadores, expertos en generar conversaciones improbables (C. Gimenez), podemos poner nuestras capacidades y nuestro rol a disposición de conflictos públicos y complejos como estos. Solo hay que tener la legitimidad, los recursos y atreverse.