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miércoles, 9 de noviembre de 2016

VOLUNTARIEDAD (2). Resistencias y cómo superarlas

En el post de septiembre vimos como la voluntariedad es también parte de un proceso y tratamos de ubicar cuales son los aspectos en los que ésta se concreta. Este mes compartiré algunas de las reflexiones que a lo largo de estos años he ido trabajando junto con mi equipo y otros mediadores de la provincia de Barcelona que hace referencia a las resistencias más habituales a querer mediar y como superarlas.



1) No querer/poder poner energía

Mediar requiere voluntad, disposición, pero sobretodo esfuerzo. En primera instancia hay que esforzarse en volver a explicar el propio conflicto. También en responder a preguntas distintas que hacen que salgamos del relato habitual sobre el mismo. Posteriormente a entender que hay otra parte con una visión legítima y diferente a la propia. Y finalmente a ceder, negociar, pactar, perder... para poder ganar. Hay personas que llegan al espacio de mediación sin la energía que este proceso requiere. Es trabajo del mediador calibrar si la persona podrá o no rehacerse de ese desgaste para poder poner energía en el proceso.

2) Miedo a conectar con las emociones

En  mediación se trabaja con intereses, necesidades, percepciones, pero también con emociones. Una de las ventajas del proceso es que en el mismo se da un espacio para que éstas afloren. Esto es algo que la diferencia de otros medios de gestión de conflictos como por ejemplo los tribunales, en los cuales es impensable poder expresar cualquier tipo de emoción. Vivimos en una sociedad con un claro "analfabetismo emocional", por eso hablar de emociones acostumbra a ser considerado como infantil o como mínimo intrascendente. Los que nos dedicamos a mediación conocemos el poder transformador de las emociones cuando éstas afloran en una sesión conjunta. Pero no todo el mundo está dispuesto a conectar con las propias emociones así como a conectar con las emociones del otro. Debemos ser los mediadores los que calibremos como se relaciona cada persona con las emociones para desplegar estrategias que les permitan aflorarlas y aprovecharlas en pos del acuerdo.

3) Pensar que se puede complicar o perder la relación

Muchas veces consideramos que si hacemos cosas para resolver los conflictos, estas acciones pueden contribuir a empeorar la situación. Lejos de esta fantasía, los conflictos tienden a complicarse si no hacemos algo. Las relaciones se deterioran si dejamos que el malestar, los malos entendidos y los prejuicios vayan agrandando la distancia entre las partes. Hacer llegar la noticia a la otra persona con la que tenemos un conflicto de que lo queremos solucionar por la vía del diálogo, difícilmente puede complicarlo. Lo máximo que puede pasar es que no le interese. Además, los mediadores desplegamos diferentes estrategias para que esta noticia, la invitación a la mediación, pueda ser recibida de forma positiva.

4) Querer ganar y que el otro pierda

Esta es una de las resitencias más habituales de la mediación. Nuestra cultura está impregnada por esta lógica del ganar/perder. El mundo del deporte, el cine, los juegos de mesa, los debates, los concursos de TV,... todo se organiza con esta lógica: para que uno gane, otro debe perder. Así se afrontan los conflictos con los métodos tradicionales adversariales (juzgados, policía,...). Cuando las personas llegan a la mediación pueden no querer porque creen que aceptarla es perder y que por lo tanto eso implica que el otro gane. Uno de los hallazgos de la mediación es que ambas partes pueden ganar, y para ello ambas tendrán que ceder (que no perder). Este descubrimiento de las personas que pasan por la mediación es muy difícil de transmitir en el primer estadio de la misma.

5) Pensar que el conflicto desaparecerá

A menudo algunas de las personas que atendemos no quieren participar de la mediación porque se intalan en la creencia que el conflicto desaparecerá. Esto se concreta en lo que llamamos la "fantasía de desaparición": el vecino molesto se mudará, el problema con el compañero de trabajo desaparecerá cuando lo cambien de departamento, tu pareja te dará toda la razón (lo cuál es similar a su desaparición),... Los conflictos se resisten a desaparecer, y las personas con las que tenemos un conflicto normalmente no cambian su actitud si nosotros no hacemos nada al respecto. A veces hay que dar tiempo para que las personas descubran esta realidad y entonces volverles a plantear la mediación.

6) Desconfianza en la otra parte


Éste es quizás unos de los argumentos que más se esgrimen para rechazar la mediación. ¿Cómo puede alguien confiar y desear dialogar con alguien con quien tienen un enfrentamiento?. La desconfianza al inicio es total, se duda de que asista a la entrevista, de que acepte la mediación, de que juegue limpio. Es el mediador el que tiene que ir sentando las bases para esa confianza. Primero hay que propiciar la confianza en el mediador, posteriormente en el proceso, y más tarde ir sentando las bases para un cambio de percepción respecto al otro. Un momento crucial llega con la noticia de la voluntariedad de la otra parte. Y posteriormente, la actitud de imparcialidad del mediador, irá transmitiendo, de forma indirecta, que si la otra parte merece la confianza del mediador, ¿por qué no darle una oportunidad?

7) Estar muy enfadado y desbordado por las emociones

A menudo las personas que pasan por un conflicto están desbordadas por las emociones. El enfado, a veces, no permite avanzar hacia una posible aproximación a la otra visión de la situación. En esos momentos hay que dejar a la persona expresarse y hacer aflorar todas esas emociones. Solo cabe legitimarlas y acogerlas en un primer momento. Darles un lugar y comprenderlas puede ser la primera fase para superar ese estado y poder afrontar otras fases del proceso con la mente más clara. Desahogarse (dejar de ahogarse) es importante en el primer momento, pero el mediador debe hacer avanzar a las partes para una vez superada la situación de "overbooking" emocional entrar en otra fase más constructiva en el abordaje de la situación.

8) Por una posición desde los valores

¿Cuántas veces no oímos en nuestras mediaciones conceptos como el bien y el mal, la verdad y la mentira, tener "toda la razón del mundo",...? Estos conceptos, tan asentados en nuestra cultura, y vinculados a la lógica "ganar/perder", no permiten avanzar en la resolución de los conflictos. Los mediadores introducimos una lógica que puede ser desconcertante en un primer momento. Para nosotros la realidad es la de cada una de las partes, y la razón es algo que se reparte entre ellas, lo que está bien y lo que está mal depende del cristal con el que se mire,... Un buen recurso es devolverles a los participantes hasta qué punto les ha resultado inútil el posicionarse desde estos conceptos cerrados y explicar cuál será nuestra posición al respecto (imparcialidad o multiparcialidad). Esto que al principio puede resultar, sin duda, desconcertante, más tarde se va a convertir en un motor del acercamiento y el reconocimiento entre las partes. 
9) Por hacer del rol de víctima parte de la identidad

Uno de los aspectos que siempre hay que explorar como mediadores son los "beneficios secundarios" que toda persona obtiene al ser parte de un conflicto. Normalmente, cuando atravesamos una situación conflictiva, recibimos beneficios secundarios (se nos presta atención, conseguimos la consideración de familiares y amigos, nos sentimos vivos e importantes,...) Es importante que el mediador tenga en cuenta estos aspectos, ya que nos podemos encontrar con algunas personas que se resistan a abandonar la situación de conflicto por un miedo inconsciente a perder algunos de estos beneficios. Nos toca explorarlos, explicitarlos y buscar de qué manera se pueden obtener sin necesitar al conflicto para ello.
10) Por querer que se lo resuelvan 

Como sociedad, hemos generado unas expectativas en los ciudadanos que muchas veces tienen más que ver con el concepto "cliente" que con el concepto "ciudadano". A menudo las personas se acercan a los sistemas de mediación exigiendo que alguien les resuelva su conflicto. Somos consumidores de servicios públicos y privados y consideramos que ya pagamos (minutas o impuestos) y por tanto requerimos que alguien nos resuelva nuestros líos mientras nos limitamos a ser espectadores. La mediación devuelve la responsabilidad a los participantes, les dice que serán ellos quienes resuelvan la discrepancia alcanzando los acuerdos que ellos mismos diseñen. Esta visión rompe esta tendencia a lo clientelar que se ha ido instalando en la ciudadanía. Por eso muchas veces la mediación se acaba convirtiendo en el último recurso. Sólo cuando otros sistemas ya no han dado respuesta se recurre a la mediación. Lo adversarial sumado a lo clientelar está llevando a que se extienda la insatisfacción respecto a como se resuelven las diferencias en nuestra sociedad. La mediación responsabiliza e implica. A cambio, genera una gran satisfacción a quienes se atreven y participan en ella.

Éstas son algunas de las resistencias más habituales. Por supuesto que pueden haber muchas más. No desear la mediación es perfectamente legítimo. Nuestra responsabilidad, no obstante, pasa por tratar de buscar cuál es la resistencia a la mediación para valorar si se puede tratar de alguna que pueda ser vencida. No obstante, cuando las partes han sido informadas de las características de la mediación y han decidido de forma serena y acompañada que no les conviene el proceso, solo nos cabe respetarlo y comprenderlo. La mediación no es para todos los conflictos ni para todas las personas.