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domingo, 22 de enero de 2017

CONFIANZA Y VÍNCULOS EN EL ESPACIO DE MEDIACIÓN


Abordamos hoy uno de los aspectos cruciales de la mediación: el papel que juegan los vínculos y la confianza. Para mi se tratan del combustible que permite que el engranaje del proceso se ponga en marcha y que más adelante se pueda culminar en la transformación de los conflictos y la mejora de las relaciones.





Una de las mayores preocupaciones cuando empecé a trabajar como mediador, hace ya 11 años, fue abandonar el que hasta ese momento había sido mi mayor herramienta laboral como educador social: el vínculo educativo. El vínculo con los niños y niñas, con los adolescentes con los que trabajaba, era el requisito imprescindible para poder llevar a cabo procesos educativos. Se trataban de vínculos muy fuertes, prolongados en el tiempo y que constituían relaciones humanas en las que se vertían emociones, anhelos, decepciones y esperanzas. Así que, una vez tomada la decisión de abandonar la educación social para probar qué tal con la mediación, tocaba elaborar el duelo por esa herramienta que tantas satisfacciones me había reportado. (Para profundizar en las similitudes y diferencias entre el rol del mediador y el del educador social, hace unos años escribí un artículo junto a Laia González, en el libro "L'ofici de la conflictologia" http://www.editorialuoc.cat/lofici-de-la-conflictologia)

El espacio de mediación se convirtió para mi en un nuevo marco para establecer relaciones humanas. Se trataban, esta vez, de relaciones más cortas en el tiempo, condicionadas por los conflictos y el clima emocional que generan en quienes los atraviesan, y por las expectativas que proyectan las personas que necesitan ayuda respecto a los profesionales "expertos" que los atienden. Rápidamente descubrí que la confianza jugaba un papel crucial en este tipo de interacciones. Una confianza que daba lugar, rápidamente, a un vínculo entre los participantes y el profesional. Este vínculo de confianza es el primer eslabón sobre el que se construye el proceso de mediación.

En la literatura se habla de forma extensa del papel de la confianza en la mediación. Uno de mis manuales de cabecera, "Herramientas prácticas para trabajar en mediación" de los profesores Francisco Diez y Gachi Tapia, establece la confianza de los participantes en cuatro fases:

- hacia el mediador,
- hacia la mediación,
- hacia uno mismo y
- hacia el otro.

Se trata, éste, de un esquema conceptual fundamental para nuestro ejercicio profesional y ha sido mi punto de partida para el análisis de este tema. El proceso se va construyendo a partir de una serie de alianzas de confianza que permiten a las personas que tienen un conflicto abandonar sus posiciones iniciales adversariales para lograr un clima de cooperación con nosotros y con las otras personas que participan, que pasan de ser concebidas como adversarias a cooperantes en la solución.

Cuando conduzco talleres para futuros mediadores o superviso a mediadores en activo me gusta hacer incidencia en una de las confianzas que no queda suficientemente explicitada en este esquema: la confianza del mediador hacia los participantes. Es evidente que para que cada una de las partes pueda confiar en el mediador, éste debe haber mostrado sus destrezas profesionales. De igual forma, debe haber podido transmitir y construir el proceso a partir de los principios de la mediación (voluntariedad, imparcialidad y confidencialidad). Pero el instrumento del mediador somos nosotros mismos. Cuando estoy en una mediación soy yo, Oscar, con mis bagajes personales, con mis emociones y mi trayectoria vital, el que acompaña a personas que tienen un conflicto y los sostiene. Y soy yo, Oscar-mediador, el que debe poder confiar en las partes para poder avanzar. Solo si me interesa honestamente el problema del otro y como lo está viviendo, solo si me comporto desde la legítima curiosidad y me relaciono con las partes con franqueza, puedo llegar a legitimarlas (ver el post sobre la legitimidad). De esa manera, confiando en que buscan una solución desde la buena fe, y en que van a ser capaces de afrontar una conversación difícil con la otra parte con nuestra ayuda, puedo comunicar a la otra parte la "noticia de la voluntariedad": "quiere resolver el problema contigo dialogando, y me ha pedido que os ayude". Y debo poder creer que efectivamente "quiere resolverlo" y que "va a poder hacerlo" con mi ayuda, porque tengo las herramientas para hacerlo y conozco mi posición, mi rol, como profesional.

Por lo tanto vemos como el primer vínculo de confianza que vamos a generar es el del  mediador hacia los participantes (1). Para conseguirlo nos basamos en la escucha activa, y en la curiosidad legítima que nos lleva a hacer preguntar para comprender a la persona y su forma de estar en el conflicto. Cuando impulsamos nuestras acciones para alcanzar ese vínculo y conseguimos legitimar, podemos empezar a calibrar si los participantes pueden confiar en nosotros como mediadores (2). Nos basaremos para ello en el autoconocimiento personal y profesional, en las herramientas que hemos aprendido y en ocupar un espacio de tercero, que acompaña y sostiene desde la imparcilidad y la cercanía. Pasaremos a partir de ahí a acompañar a los participantes a salir de su estado de ensimismamiento y debilidad que les llevan a "defenderse" adoptando estrategias confrontativas. Solo si les ayudamos a pasar a un estado de fortalecimiento, y tienen confianza en ellas mismas (3), podrán tener en cuenta al otro y darle un lugar en el conflicto que no sea el de adversario. En este orden difiero del esquema planteado por Díez y Tapia quienes ubican la confianza en la mediación como previa a la confianza en el mediador. Por lo tanto, quiero destacar que para mi, hasta este momento no debemos priorizar hablar de "la mediación". Una de las prácticas mas habituales de muchos mediadores es explicar desde el primer minuto cuáles son los principios: "la mediación es un espacio confidencial, seguro, imparcial, voluntario, cooperativo, autogestionado,...". Una vez explicados todos los pormenores del proceso, en discursos de apertura "tecnificados", largos y tediosos, pedimos a las partes si quieren participar y solo si expresan su voluntariedad de forma explícita, nos disponemos a escuchar qué les pasa. No me extraña que tengamos índices tan altos de falta de voluntariedad. Y es entonces cuando los mediadores acabamos echando la culpa a las partes y a la cultural adversarial en la que estamos inmersos. No quiero decir con esto que la falta de cultura cooperativa no sea una dificultad para avanzar en la aceptación de la mediación por parte de nuestros clientes, pero pienso en si no nos estamos equivocando, en general, en la secuencia en la que planteamos nuestras estrategias en el marco de una entrevista. Siguiendo este esquema, solo cabe explicar qué es la mediación cuando hayamos garantizado que podemos confiar en los participantes y ellos pueden confiar en nosotros y en sí mismos. Y esa confianza se construye sobre una conversación sobre lo que les está pasando, sobre lo que les ha pasado y sobre lo que desean que pase, no sobre lo que es la mediación.


Abordemos pues, como dicen Diez y Tapia, la "sustantivación de la mediación", una vez construidas las tres primeras fases de la confianza. Es entonces cuando podemos hablarles de "la mediación" (4) pero poniendo el acento en las cosas que pueden o no pasar. Prepararemos, de esta manera, la sesión conjunta. Las sesiones individuales deben ser ya, en este sentido, espacios de sesión conjunta. Con esto quiero decir que hemos de generar una hipótesis de conversación en la conjunta ya desde las sesiones individuales para que los participantes estén preparados. Por ejemplo "la mediación es un espacio en el que podreis expresar todo lo que pensais, ¿qué te gustaría decirle en la sesión conjunta?". De esta manera vamos introduciendo los principios de la mediación sobre el relato de lo que va a pasar, de manera más orgánica, sin utilizar la literalidad de los manuales que dificulta el establecimiento de vínculo de confianza entre nosotros y los participantes. Por ejemplo "mi papel en la conjunta será que ambos podais expresaros y escucharos". De esta manera subrayo la imparcialidad sin tener que remitirme a definiciones engorrosas y distantes.

Y solo cuando todas estas confianzas están trenzadas (en la parte, en el mediador, en ellos mismos y en la mediación) se puede abordar el motivo por el que han venido a pedirnos ayuda: abordar una negociación con otra persona en la que no confían. Y ¿cómo se pasa de no confiar a confiar? (5). Es algo sobre lo que aún deberemos reflexionar con más calma. De entrada, porque si confiamos en el mediador y este puede confiar en el otro como en nosotros mismos, esto puede indicar que la otra persona ha sido merecedora de confianza con la misma intensidad que lo hemos sido nosotros. Si el mediador legitima y confía en las dos partes, este es un punto de partida que indica que, como mínimo, podemos cuestionar nuestra desconfianza. Después, porque hemos recibido la "noticia de la voluntariedad". Muchas veces la desconfianza se ubica en un hipotético desinterés del otro a participar de la mediación. La "noticia de la voluntariedad" es la primera piedra del puente que permite pasar de la desconfianza a la confianza. Después vendrá el testimonio del mediador respecto a la capacidad y buena fe en el proceso de la otra parte. Porque cuando vamos a una conjunta es porque estamos convencidos de que las partes van a poder dar lo mejor de sí mismas y puede funcionar. Si no, es mejor no convocarlas, o seguir trabajando en individuales hasta que las partes nos convenzan que van a poner de su parte para que pueda funcionar.

Por hoy dejo aquí este apasionante tema de la confianza y los vínculos. Supongo que habreis podido comprobar porqué decía al inicio que éste es el combustible que mueve los engranajes de la mediación. Otro día me detendré en la importancia que tienen la confianza y los vínculos comunitarios para un servicio de mediación comunitaria. Solo una buena red de complicidades y alianzas con la mediación, permiten que en una comunidad se detecten a tiempo los conflictos para poderlos abordar de forma positiva y se puede implicar a todos aquellos que tienen algo que decir y hacer en la resolución de esos conflictos que son de la propia comunidad. Pero esto será otro dia.